martes, 1 de noviembre de 2011

Por donde iba... ¡ah, sí!: Haciendo de París algo mío

Las semanas pasan como los minutos… coges el metro y cuando quieres darte cuenta ya has llegado a tu destino. Comencé la semana echa un lío, con muchas cosas por hacer, ahora estamos a domingo y aunque parezca que no he hecho nada, al fin he solucionado varias asuntos. 

Así comenzaba la entrada que empecé a escribir hace casi un mes…


Sí, he tenido esto un poco abandonado. Y aunque tenga excusas, no voy a lamentarme de lo que no he escrito en el blog, sino que voy a recuperar el tiempo perdido. No os preocupéis, he ido apuntando todo en una larga nota de mi móvil, y cuando me venía la inspiración escribía en un cuaderno lo que en el futuro publicaría en el blog. Intentaré darle orden a todas esas ideas y plasmarlas aquí de la mejor manera posible.  Y para terminar esta introducción, debéis saber que voy a cambiar un poco la forma de contar mi experiencia en París. Voy a enfocarlo desde otro punto de vista, de tal manera que voy a dejar (o al menos eso voy a intentar) de relatar paso a paso mi día a día… porque sino esto se va a hacer interminable y no voy a dejar espacio para lo más importante, las reflexiones, los pensamientos, mis sentimientos… Y es que, a menudo, es escribiendo cuando me encuentro a mí misma y doy solución a aquello que creía que no la tenía. Además, creo que es lo más interesante. ¿Qué os parece? Si no estáis de acuerdo no tenéis más que expresaros a través de los comentarios ;).

Mi tienda favorita que no cierra hasta más tarde de la una de la madrugada. Mi querido dependiente es de las pocas personas de no confianza que me ha reconocido después de mi radical cambio de look... ¡Carino! -como diría Silvia-


Aquel viernes, 23 de septiembre, me desperté algo enfermita. El frío de la noche anterior me jugó una mala pasada. Aún así no duró mucho, pues el sábado estaría mucho mejor. Por tanto, me dediqué a recuperarme, a no hacer nada, y a disfrutar de no hacer nada, que a veces también es importante. Y era cierto, el tiempo pasaba demasiado rápido. Ahora, con más fuerza, noviembre me golpea, diciéndome que aproveche el tiempo, que no me resfríe, que no vaya a tanta fiesta Erasmus, que he hecho bien en no salir esta noche porque no había ningún plan que mereciese la pena, y que aproveche la mañana soleada que seguramente habrá en unas cuantas horas. Así que eso pienso hacer, disfrutar de esta aventura que la vida me ha regalado. Disfrutar de mi suerte. Y no dejar que nada me desanime (joder, eso es muy difícil tratándose de mí).

El sábado estaba mucho mejor de aquel breve resfriado, solo quedaban algunas secuelas en mi pobre garganta. Sudé la fiebre por la noche y me levanté tarde… necesitaba aquello tanto como el respirar, hace un mes pero lo recuerdo perfectamente. Así que con muchas ganas hice un pique-nique en el Parque de Luxemburgo con Silvia, Andrea y Arianna (amigo y amiga italianos de Silvia). Comimos unos perritos calientes (taaaaan diferentes a los españoles pero no por ello peores) y algunas patatuelas, y estuvimos allí hasta las siete de la tarde más o menos, y la verdad, lo pasé de muerte. Estuvieron toda la tarde hablando en italiano, pero entendía todo lo que hablaban por el contexto, y si había alguna palabra que no comprendía me la decían en francés o en inglés. Eso sí, mis aportaciones a la conversación fueron en francés, bien sûr. Y he aquí la cuestión: el título de la entrada. ¿Haciendo de París algo mío? Pues sí, y esto lo entenderán sobre todo la gentuza de la universidad (varias personitas) que me conocen bastante y que saben que mis temas preferidos para pasar una tarde entretenida son el sexo y aquello que hacemos mientras leemos revistas o periódicos (bueno, en mi caso no hago nada porque lo mío es un visto y no visto, soy así de rápida). Tranquilos, también surgieron temas interesantes de política, música o cine. Por cierto, aquella tarde me enteré de que a Silvia no le gusta Tiziano Ferro ni Eros Ramazzotti... no la maté porque si no me quedaría sola en París =).

Au Parc du Luxembourg

Debo hablaros de una cosa. Aquí es muy común la venta de libros de ocasión… pero de ocasión de verdad y no los de 10€ de las estaciones de autocares. En muchas calles te encontrarás puestos de libros con diferentes cajas: a 0’20€, 0’50€, un euro, dos, tres… Incluso muchas librerías ponen estos puestos justo a la entrada de su tienda, en la calle, para que la gente se pare y los mire, mientras que los libros normales, más caros, siguen dentro. Por estos precios puedes encontrarte desde clásicos (como Les fleurs du mal de Baudelaire) hasta obras desconocidas como la pequeña novela que me compré por un euro: Comme si de rien n’était. Cuenta las aventuras de cuatro amigos que se van de Erasmus a diferentes lugares. Cuando leí de qué trataba no dudé en comprarlo, y lo empecé justo esa tarde en el metro. Ya os hablaré más adelante sobre él.

 Aquella noche Silvia y yo fuimos a ver un espectáculo del Principito (le Petit Prince) que tenía lugar en la Defensa. Lo había visto en el periódico y pintaba bien, aunque no tenía ni idea de si era un baile, una obra de teatro, u otro tipo de espectáculo. Resultó ser la historia contada a través de unos enormes altavoces con música de fondo y con espectáculo de fuegos artificiales incluido. Aquí os dejo un cachito para que os maravilléis. A mí me encantó. Ver como todos los asistentes, muchos de ellos familias al completo, sentados sobre mantas en el suelo, contemplaban embelesados y en silencio aquella maravilla fue algo único, que no podré volver a disfrutar.


El anterior es un vídeo que yo grabé, y he aquí otro que he encontrado en youtube:



On ne voit bien qu'avec le cœur. L'essentiel est invisible pour les yeux.


Al día siguiente no hice mucho, solo quedar por la noche con Carmen Martínez e Isa Maldopower (es mejor este apellido) y beber una cerveza a orillas del sena, junto a Maca, Katie y las dos Francescas. Pudimos disfrutar de una maravillosa velada con un tiempo inmejorable y un maravilloso cantautor que nos deleitó con su voz frente a Notre-Dame. Lástima, no lo grabé.


La semana siguiente, la última de octubre, pasó también sin dejarnos disfrutar de ella.... la última semana de vacaciones. Lo peor: el papeleo. Sin embargo, no me desanimé. No sé como lo hice, serían las ganas acumuladas de estar aquí, la fascinación cada vez que salía a la calle, o que estaba simplemente atontada... el caso es que a pesar de las mañanas interminables en distintos departamentos intentando dilucidar cómo hacer las inscripciones pedagógicas, de limpiar y adecentar el pisito, del tiempo malgastado en el metro, de no poder disfrutar de París por estar todo el día de arriba a abajo sin apenas solucionar nada y de los problemas con la casa (bueno, en realidad esto si logró quitarme el sueño durante un par de días, como ya mencioné en otra entrada), no me vine abajo. De hecho, poco después de comprar los billetes para viajar a España en mis primeras vacaciones de la última semana de octubre, me arrepentí de haberlo hecho. Mi pensamiento fue: pudiendo estar en París o en cualquier otra ciudad de Europa... ¿voy a malgastar una semana en Córdoba? Tengo toda mi vida para estar en Córdoba, pero no aquí. Obviamente, y como os contaré en unos días, esas vacaciones me han encantado, aunque quizá, creo, no me han venido muy bien.



Almuerzo en el restaurante vietnamita

El lunes y el martes trascurrieron entre papeleo y universidad. Solo es destacable la improvisada comida en un restaurante vietnamita bastante barato y de buena calidad, que nos descubrío nuestro profesor de métrica, Eric. Así que Maca y yo disfrutamos junto a él de una sopa vietnamieta y de un delicioso plato de pollo a los cinco perfúmenes. Gracias por ese fabuloso descubrimiento. 


Para desconectar un poco algunos erasmus fuimos a unas clases de salsa para principiantes, que eran gratuitas hasta el siete de octubre. Ya sabéis, para atraer a la gente y que después acoquinen 12€ por clase. 


Adam et Maca en dansant

Así fue como Katie, Adam, Maca, Laura, Erin, las dos Francescas y yo pasamos un buen rato entre música entrañablemente latina (por tanto en castellano), a pesar de que la clase estaba dirigida para personas realmente principiantes. 


Dio la casualidad de que el lugar donde se celebraban las clases de salsa era la residencia donde vive Katie, así que nos enseñó su habitación. Bueno, bueno, bueno. La muy **** tiene unas vistas desde su ventana alucinantes. Las fotos no le hacen justicia.


La Tour Montparnasse, la Tour Eiffel et les Invalides


De aquella noche recuerdo que vi bastantes capítulos de Lost. En aquel entonces (como si fuese hace años ¿eh?) iba ya por la sexta y última temporada, y cada vez que terminaba un capítulo no podía dejar de ver el siguiente. Los cuarenta minutos que duraba cada uno se me pasaban volando, y al final me encontraba a las cuatro de la mañana con los ojos inyectados en salmorejo deseando de terminarme la serie esa misma noche.


El miércoles continuó mi tediosa tarea de la elección de las asignaturas. Como me alegro de no estar en ese momento ahora mismo. ¡Qué estrés! ¿Algo destacable de aquel miércoles? La maravillosa película Come, reza y ama. Entretenida y profunda, me hizo dormir con un buen sabor de boca. Trata sobre ese sentimiento que todos tenemos algunas veces... esa sensación de no ser feliz, de no estar haciendo nada... esas ganas de sentirse realizado con uno mismo. Para aquel que no la haya visto, aquí os dejo el trailer:







Muchos besos franceses y hasta mañana, que seguiré contando como fue el mes de octubre, donde hubo dos visitas muy especiales, el comienzo de clases y una vuelta a casa que lo ha desbaratado todo. Ya os contaré que ha pasado con la soirée de Halloween.



BONNE SOIRÉE A TOUS! 



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